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Cosas que aprendo mirando a la gente surfear 🏄‍♀️


 

Las personas que surfean no hacen nada para que las olas existan, simplemente entran al mar cuando las condiciones son propicias para practicar su deporte. Y esperan.

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No hacen rituales para las olas grandes (y surfeables, no todas las olas grandes se pueden surfear), no se lamentan, no maldicen: esperan. Disfrutan estar dentro del mar boyando y esperando.

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A veces la espera es solitaria y se convierte en una especie de meditación contemplativa. Otras veces son varias personas las que esperan, conversan, comentan las jornadas de surf y las predicciones de buenas olas en playas cercanas, se comparten tips para las olas del lugar.

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A veces surfean solxs, otras en pareja, otras en grupo. A veces tienen más suerte que otras. Algunxs son profesionales y otrxs aficionadxs. Nací y crecí en un lugar donde se practica surf, mi hermano surfea hace 30 años, mi novio de la adolescencia es surfer. Crecí entre personas que surfean y jamás escuché a ninguna maldecir al mar. Jamás. Lo aman INCONDICIONALMENTE.

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No le piden al mar que se adapte a ellxs, sino que ellos se mueven, de playa, de ciudad, de país, ellxs van buscando las olas, ellxs se adaptan.


Y hacen lo necesario para que, cuando la ola llegue, les encuentre preparadxs. Incrementan sus habilidades, mejoran su equipo, para que cuando la ola llegue sean capaces de aprovecharla.

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Estar en uno de los principales puntos de práctica de surf del mundo por tantas semanas, y en la época de las olas gigantes además, me ha permitido reconectarme con este deporte, dedicar largas horas a la contemplación de las personas mientras lo practican y permitir que afloren en mi recuerdos y pensamientos.


Hace unos días vino esta imagen a mi mente:

Imaginé a lxs surfers haciendo fogatas con rituales, cantos, brujerías y sacrificios para que el mar les traiga olas buenas para surfear. Lxs imaginé adentro del mar diciendo oraciones para que se cumplan sus deseos, remando con sus bracitos para que se agiten más las olas y pidiendo a los peces y las aves que lleven el mensaje al dios del mar: necesitamos olas grandes hoy.


Me dio mucha risa. Y las escenas caricaturescas que imaginé vinieron acompañadas del pensamiento: qué curiosxs somos lxs seres humanxs. Eso hacemos en nuestra vida.


Preferimos hacer rituales, pedirle al mar que satisfaga nuestros caprichos y desperdiciar energía en lamentar las malas olas del día que aprovechar la ola cuando viene, montarnos en ella y surfear con gracia y, cuando no hay olas buenas, ocupar nuestra energía en prepararnos, entrenarnos, mandar a pulir la tabla, comprar una leash nueva (así le dicen a la correa que sujeta su tobillo a la tabla) porque ya está gastada y se puede romper.


O simplemente descansar. O hacer otra cosa. O mudarnos a un lugar donde las olas nos gusten más. O, al menos, dejar de luchar para que las cosas cambien y adaptarnos a la realidad.


Ahimsa, no violencia, no matar, es el primer principio del Yoga,

del cual surgen todos los demás.


Y nos la pasamos matando el momento con nuestra lucha, falta de aceptación, expectativas y deseo egoico de que la realidad se adapte a nuestros planes. Matamos el momento y nuestra conexión con el presente. Matamos a nuestra alma en nuestra falta de entendimiento que exactamente ahí debemos estar en ese preciso y PRECIOSO instante.

Imagina de nuevo a unx surfer tratando de cambiar las olas, el clima, la mar. Es tan ridículo que da risa. Pero eso hacemos. Eso hago. Y me di cuenta de lo sutil que puede ser y cómo me engaño a mi misma creyendo que estoy en la aceptación no violenta cuando es todo lo contrario, en estos días, mirando a las personas surfear.

 

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Siempre aprendiendo. Siempre.


Todo es Yoga

Y Yoga es ser eternamente aprendiz.


Con cariño a tu corazón, Mukhia Shanti.

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